El Día de la mujer, 46 años después de ser decretado por la ONU, y en plena pandemia en 2021, sigue poniendo sobre la mesa el debate de la emancipación de la mujer. Libres para elegir, libres para hacer y libres para ser.
Aunque el debate es el mismo sus matices han cambiado. Hoy, más que nunca, esta fecha es una oportunidad para que nos diseñemos a nosotras mismas de acuerdo a nuestra voluntad y defendamos nuestro derecho sagrado a elegir.
Nosotras no somos expertas en estudios de género, así que esta entrada de blog nos la llevamos a un terreno conocido: la moda.
Nuestra intención no es trivializar de ninguna manera las luchas, sino por el contrario darle una nueva mirada desde la identidad simbólica de la moda.
De mecanismo de control a símbolo de libertad
Elegir ropa es un acto íntimo y simbólico de comunicación. Incluso en un nivel subconsciente tomamos decisiones sobre nuestra imagen a partir de cómo somos percibidos por otros: la moda es un mensaje.
El corsé, con su limitación de movimiento, reflejaba el poder adquisitivo de sus parejas al poderse permitir tener una esposa ornamental. Coco Chanel nos trajo una nueva forma de vestir, con una silueta más holgada, pensando en la mujer y dando un referente del estilo flapper.
Con pelo de corte Bob, fumando, conduciendo y bailando empezamos a apropiarnos de nuestra imagen y a vestirnos para nosotras mismas.
Moda y derechos
Con los colores blanco, verde y violeta las mujeres del movimiento sufragista llevaron consigo su lucha. Tener derecho a votar, aunque hoy nos parezca cotidiano, en su momento necesitó que una larga lista de mujeres se hicieran sentir y se unieran alrededor de un objetivo común.
Una vez más la moda fue un canal para unirnos y contar nuestra historia. Otra vez hicimos de la imagen un símbolo: nos vestimos fuertes.
Bikini, minifalda y liberación
En los años 40 Louis Reard, un ingeniero francés, encontró la solución a un inconveniente práctico de las mujeres: poderse bañar en la playa cómodamente. Menos tela y más polémica para una sociedad acostumbrada a hacer de la ropa femenina un asunto regulado por hombres.
Los años 60 nos dejaron, entre otras cosas, la píldora anticonceptiva, la quema de brasieres y la minifalda. Se necesitó recortar solo 20 cm para hacer de una falda un debate, y del debate una oportunidad de volver a decir que nuestro cuerpo e imagen nos pertenecen.
Presente y futuro
Hoy, de forma heterogénea, hemos ido tomado el control de la imagen que proyectamos. Trabajamos con pantalones y decidimos el largo de nuestras faldas gracias a mujeres valientes y anónimas que han defendido nuestro derecho a vestir como queramos.
¿Y cómo sera el futuro? Pues como nosotras lo decidamos. Lo único cierto es que será diverso, será incluyente y su alcance será universal.